Protototipado y Cosmopolítica

Investigación e intervención multidisciplinaria en diseño y sociedad


Etnografía: Alimentación


Dando en el gusto. Sobre riesgos, alimentación y cotidiano al interior del Zoológico Metropolitano.

Con cautela, que no es solo nuestro mundo.

Comienza la jornada. Los guardafaunas se reúnen y se informan entre sí para confirmar los lugares donde estarán. Es importante estar siempre conectado, estar siempre alerta…el radio nunca dejará de sonar. Las tareas ya han sido asignadas con antelación, sabiéndose en su función cada miembro del equipo. Seguimos a Fernando y Gabriel y nos dirigimos al sector de los felinos donde comenzamos las labores del día con las tigresas, dos hembras, cada una en su habitación. Tras cerciorarnos que están en buen estado ingresamos al patio. “¿Se acuerdan si cerramos la guillotina de paso de las tigresas?”-pregunta Gabriel cuando ya estábamos adentro del patio- “Creo que no”-responde Fernando con cara de espanto. Mis pelos se erizan e instantáneamente giró la cabeza para ver en los ojos de los guardafaunas que se trataba de una broma. Los guardafaunas están acostumbrados a las manos inexpertas de los practicantes y esto significa que están conscientes de los posibles descuidos en los que se puede incurrir. La broma mortales la forma en que constantemente se nos recuerda el peligro ante el que estamos expuestos, peligro del que sólo podemos salvarnos al estar siempre atentos a los movimientos, gestos y actitudes de todos los que se encuentran en el lugar. Ser nuevo en este lugar significa estar en constante aprendizaje, obteniendo una lección de cada momento.

La puerta-guillotina suele ser la única barrera encargada de mantener la integridad física de quienes diariamente se aventuran a los recintos, lo que explicaría su presencia constante en las conversaciones de los guardafaunas, convirtiéndose en la práctica en un objeto que condensa tanto el miedo como la alegría. La broma mortal, que casi siempre refiere a las puertas, refleja uno de los principales rasgos de quienes trabajan en el zoológico: su habilidad para afrontar el agreste contexto laboral de la forma más familiar y cálida imaginable. Si bien es el protocolo quien ordena que un guardafauna nunca puede entrar sin acompañante al dormitorio de un animal clave roja (aquellos animales potencialmente mortíferos), sería ingenuo asumir que nos son los mismos guardafaunas quienes han desarrollado de forma independiente, en torno a esta orden, una forma especial de relación. El protocolo en la práctica es apropiado y reinterpretado, dejando se verse como una obligación para el normal desarrollo de las tareas y convirtiéndose en una intensa fuente de compañerismo volviendo posible que la propia vida pueda ser puesta en manos de quien día a día está a tu lado. En este sentido, reconocer el ambiente de riesgo constante en el que se forja el compañerismo, ayuda a entender que tanto las advertencias constantes a quienes recién se encuentran conociendo el sitio -las que parecieran nunca ser suficientes-, como el deseo verdadero de conocer a quien ha llegado, son la forma de dar la bienvenida a esta familia.

Dentro del recinto, las cosas que pueden salir mal son innumerables, pudiendo ser ocasionadas por un descuido o por el mero azar: la posibilidad de ser atacado o resbalar está siempre presente. Pese a esto, con la más absoluta destreza, los guardafaunas ponen a prueba su ingenio y pericia para establecer un vínculo de cuidado, donde la preocupación por la comodidad propia es desplazada por la atención hacia el otro. El cuerpo de quienes realizan las labores y la fatiga que experimentan toman una importancia central, convirtiéndose en materia forjada por la disciplina requerida para lograr asegurar el bienestar de los no humanos. Al comenzar la rutina de aseo cada uno toma un par de guantes y una pala o un rastrillo, salvo uno que se queda encargado del basurero para facilitar el trabajo a los demás. Quienes se encargan del aseo recorren cada rincón observando y recogiendo los desechos que, de seguro, han quedado del día anterior. Este trabajo exige de ojos linceos que permitan localizar las fecas entre los recovecos, esto a la vez que se debe reconocer las posibles señales dejadas por los animales, señales que permiten a los guardafaunas reorientar sus acciones de cuidado: los restos de comida o vómito, imperceptibles a los forasteros, pueden encender la alarma de quienes a diario realizan estas tareas.

Reconocer la compañía…

No solo jugar con el miedo graba lecciones en quienes nos encontramos aprendiendo. La capacidad de ir reconociendo las huellas de cada no humano en su singularidad marca el tránsito de quienes recién comienzan a integrarse al trabajo hacia la pertenencia a la familia, incorporándose en una relación de cariño y cuidado que se expresa en todas direcciones. La relación de cariño que se da entre guardafaunas y no humanos es posible gracias al conocimiento y reconocimiento diario, el que produce que cada persona no humana interactúe de una manera diferente con cada uno de los miembros del equipo a cargo de su bienestar. El grueso de estos animales institucionalizados han vivido toda su vida en esta forma, relacionándose con sus cuidadores como sujetos singulares, de maneras que suelen escapar al comportamiento “salvaje” que predicen las descripciones científicas, sin que esto sea la intención de quienes trabajan en el cuidado . La vieja, por ejemplo, es un puercoespín. Como tal, no se esperaría que ella se levantase a plena luz del día a recibir a quienes entran en su recinto, dadas las habituales conductas nocturnas descritas en sus congéneres. Esta es una de las muchas formas en las que se expresa las desensibilización, concepto usado con cierta regularidad al interior del zoo y que alude a la conducta de confianza que los animales pueden llegar a tener con los guardafaunas, sin que ello signifique la completa improntación que ocurre con los animales domésticos. Sobre la base de una conducta desensibilizada se construye un marco de comportamiento normal que permite a los guardafaunas reconocer las personalidades de los diferentes seres; es un marco de acciones posibles y esperables que al variar o al no ser claramente identificable puede despertar la preocupación entre los guardafaunas.

Muy diferente a un laboratorio o un criadero, en donde los animales están totalmente disponibles para cumplir los designios humanos y, por lo tanto, se ven forzados a someterse a las condiciones materiales de su entorno, en el zoológico son los seres no humanos quienes ocupan el rol central. A pesar de que los recintos animales no son demasiado extensos y que, de cierta manera, se corresponden con la escala y lógica humana que facilita el manejo,  estos han sido diseñados y constantemente modificados para albergar, siendo los seres no humanos quienes demandan la adaptación del medio a sus necesidades y no al contrario. Esto podría ayudar a explicar que las áreas de manejo -donde trabajan los humanos- no sean lugares agradables, sino más bien funcionales. En este sentido, los senderos de acceso que disponen los guardafaunas para ingresar a los recintos no mitigan las dificultades que les presentan los terrenos escarpados, piscinas, fuentes de agua, rocas, plantas e incluso las texturas del piso, pensadas para el gusto de sus residentes no-humanos. La comodidad de quienes realizan las tareas de cuidado animal es una preocupación de segundo orden. Así, en su práctica cotidiana de cuidado y cariño, los guardafaunas reconocen a los seres no humanos como sujetos dignos de atención; un igual ante el cual convertirse en un gestor no-protagonista de su bienestar. Abundan los ejemplos de esto. Tal es el caso del uso de guantes de latex por los guardafaunas, los cuales no son provistos precisamente para evitar molestias a los guardafaunas, sino que realmente sirven para proteger a los animales de algún posible agente contaminante. Esto es fácil de constatar al ver que muchas veces los guardafaunas no hacen uso de ellos si no están en contacto con los animales, a pesar de estar manipulando diversas sustancias que podrían causarles rechazo.

… De vidas en diálogo.

Posterior a la limpieza del recinto, dejamos los implementos en su lugar, votamos los desechos correspondientes y nos lavamos las manos para preparar el alimento de los animales. En bolsas debidamente separadas y pesadas se encuentran los alimentos previamente seleccionados por la nutricionista a cargo, los que posteriormente han sido despachados en las afueras de cada recinto. Dependiendo de cada especie, los alimentos son depositados en recipientes o distribuidos de forma dinámica al interior del patio. La distribución dinámica de los alimentos por el patio de cada recinto implica poner la comida en lugares difíciles de alcanzar, con el objetivo de promover una alimentación activa, generándoles desafíos que intentan emular los que encontrarían en su hábitat natural. Por ejemplo, en el caso de los felinos se ocupan cuerdas que cuelgan de los árboles para atar presas en lo alto y motivarlos a subir. Con otras especies, como los gibones, la dinámica involucra ingresar al recinto y entregarles en la mano pedazos de fruta. Estos primates, muy animados, suben y bajan por los árboles, lo que atrae las miradas del público, que alegre los saluda desde la distancia. Por otro lado, en especies herbívoras cuadrúpedas los alimentos son dispuestos en distintos recipientes o arrojados a granel sobre el suelo haciendo que debían subir y bajar por el patio para encontrar el alimento.

Una alimentación equilibrada y que asegure el bienestar de los animales es una de las principales preocupaciones del equipo del zoológico. Por esta razón la distribución dinámica es necesaria, ya genera en los animales el interés por conseguir la comida, un impulso decisivo que puede salvar de la malnutrición, ya que por lo general los animales solo comen una pequeña porción del alimento que se les entrega, ocasionando de hecho que a diario se descarte una gran cantidad. El pellet aparece como unidad de disputa, ya si bien en su consumo descansa la más absoluta seguridad de que todas las criaturas alcanzaran niveles óptimos de nutrición, este suele ser ignorado y dejado en el mismo lugar donde fue depositado. Es necesario reconocer que, estas dinámicas de alimentación, lejos de ser monótonas, exigen a los guardafaunas un constante interés por innovar, ya que si cayeran en la rutina su labor perdería sentido, ya que los seres no humanos, aburridos, perderían rápidamente su interés por ser parte de la dinámica.

Dentro de las labores que se llevan a cabo junto a la alimentación se produce el entrenamiento. Este corresponde a una serie de comandos y señales estandarizadas que son enseñados a través de un sistema de recompensas. La motivación principal detrás de esta acción no es la de entretener al público, sino que esta centrada directamente en los animales. El trabajo realizado con la mayoría de los individuos ayuda a ejercitarlos, proveyendo un espacio de distensión. Por otro lado, esta instancia logra desarrollar los vínculos entre humanos y no humanos, reduciendo la distancia entre ambos y así lograr la desensibilización que facilite los futuros manejos que deberán realizarse de forma rutinaria o ante una emergencia. Como fruto de esta actividad se logra que, a diferencia de como sucede con las veterinarias, los seres no humanos se acerquen gustosos a los guardafaunas para recibir sus medicinas o dejarse tomar muestras, evitando así el uso de dardos tranquilizantes que pudiesen dañarlos.

En ocasiones las distribuciones dinámicas toman la forma de enriquecimientos ambientales, actividades que exigen de la participación de una gran cantidad de personal, invirtiéndose en ella mucha energía y tiempo. En un enriquecimiento se busca intervenir un recinto de manera general, provocando en los residentes un conjunto de nuevas experiencias.

Fue durante una jornada que pude asistir al enriquecimiento llevado a cabo en el recinto de los papiones que viví una de las tareas más extenuantes de las he experimentado en un trabajo de campo. Comenzó cuando los guardafaunas ingresaron al recinto para encerrar a estos revoltosos seres dentro de su dormitorio central con la ayuda de una manguera. Acto seguido, el equipo se desplegó para primero limpiar y luego esparcir el alimento por todos los escondrijos. Mientras nosotros estábamos al interior del recinto subiendo escaleras y saltando rocas, escuchábamos las explicaciones que la delegada del departamento de educación daba a los espectadores en la parte superior. Al cabo de unos minutos de comenzada la tarea, un par de compañeros de labor ingresaron con una rama de ciruelas maduras que habían cortado de uno de los árboles del interior del parque, rápidamente treparon por el mobiliario del recinto y ataron la rama en la cima. Finalmente, luego de trepar y correr completamente empapados por cerca de treinta minutos salimos del recinto y nos precipitamos al área de exhibición para ver el espectáculo. Una vez llegado todo el equipo nos dispusimos a observar juntos el resultado del trabajo que habíamos realizado, mostrando en voz alta nuestra alegría. Ahí, en medio de las emociones, los guardafaunas y las historias acerca de enriquecimientos anteriores pude comprender otra de las finalidades del enriquecimiento, el cual no solo irrumpe en la rutina de los no humanos, sino que causa satisfacción en quienes la realizan, reforzando los vínculos afectivos en esta comunidad más-que-humana.[PH3] [JGS4]

El conocimiento científico tradicional queda corto al enfrentarse a esta realidad que, ingenuamente, suele definir como estática. La crítica tradicional dirigida al zoológico suscribe a la idea científica de que el zoológico es una suerte de museo que congela a los animales, afirmando que cada animal en su recinto vive prisionero y con falta de motivación, donde es forzado a reproducirse y padecer una vida tediosa y artificialmente prolongada para el placer vacío de la humanidad. Esta es la forma en que la opinión pública imagina al zoológico, como una institución productora de una vida sin sentido tras la cual solo se deja una jaula vacía que será rápidamente llenada con otro animal igual de enajenado para mantener contento al público deseoso de consumir. Mi trabajo de campo revela por qué “sesgada”es un calificativo insuficiente para referirse a este tipo de afirmaciones, las que provienen de la misma lógica científica moderna que buscan combatir. Este tipo de relaciones surgen de un desapego con la realidad, donde la mirada del externo opera para probar su prejuicio, no para observar lo que se despliega ante sus ojos. Con una noción preconcebida, deductiva y generalizadora de cómo funciona la realidad de estas instituciones, resulta fácil promulgar a estos establecimientos como simples replicaciones del modelo de dominación antrópica sobre el resto del cosmos, el que subyugado debe tenderse ante quienes fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Bajo esta crítica, cada animal que habita un zoológico es homologable a un simple ejemplar, a una sierpe nociva que debería obedecer o ser erradicada. Esta forma de pensar pasa por alto las cualidades y sutilezas constitutivas de cada ente, siendo cada uno un microcosmos solo explicable en sus propios términos -lo que, por lo demás, es una cualidad mutuamente reconocida, que une a los humanos y no humanos que participamos de la ecología del Zoológico Nacional.